El plan más ambicioso del gobierno de Estados Unidos a la fecha para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los vehículos de pasajeros se ha topado con escepticismo, tanto con respecto a qué tan realista es como a si va lo suficientemente lejos.
En abril, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) anunció nuevos y estrictos límites de emisiones que asegura son vitales para reducir el cambio climático, en un momento en que la gente en diversas partes del mundo soporta altas temperaturas a niveles récord, incendios forestales y tormentas intensas.
De acuerdo con la EPA, la industria podría cumplir con los límites si el 67% de las ventas de vehículos nuevos son de motores eléctricos para 2032, un ritmo que la industria automovilística tacha de poco realista. Sin embargo, la nueva regla no requeriría que los fabricantes de automóviles incrementen las ventas de vehículos eléctricos de forma directa. En cambio, establece límites a las emisiones y permite que las automotrices elijan cómo cumplirlos.
Incluso si la industria impulsa las ventas de vehículos eléctricos al nivel que recomienda la EPA, cualquier reducción de la contaminación podría ser más modesta de lo que prevé la agencia. The Associated Press ha estimado que casi el 80% de los vehículos que se conducen en Estados Unidos —más de 200 millones— todavía funcionarían con gasolina o diésel.
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