En cuestión de horas dieron la vuelta al mundo las imágenes del obispo nicaragüense Rolando Álvarez a comienzo de agosto, mientras sostenía la figura del Santísimo al tiempo que encaraba a policías que le impedían salir con libertad del Palacio Episcopal, en Matagalpa, una ciudad al norte de Managua.
Este incidente evidenció una vez más la tensión entre la Iglesia Católica y la administración sandinista de Daniel Ortega desde el año 2018, con el gobierno tildando de «golpistas» a los líderes religiosos por albergar a manifestantes en los templos, pero también por pedirle el cese de la represión.
El acto fue transmitido el 4 de agosto en la cuenta de Facebook de la Diócesis de Matagalpa que dirige Álvarez, y al parecer aceleró una acusación de la Policía Nacional en su contra: fue señalado por “organizar grupos violentos”, está en curso una investigación y permanece bajo arresto domiciliar.
Hasta el momento Álvarez está en Managua, con medida de casa por cárcel y acusado de incitar a grupos violentos.
Ante esta situación surge la pregunta: ¿quién es este obispo que ha hecho incluso que el papa Francisco muestre su preocupación desde el Vaticano por lo que ocurre en Nicaragua?
Realizó sus estudios filosóficos en el Seminario Mayor Nacional Nuestra Señora de la Asunción de la ciudad de Guatemala, en donde se encontraba exiliado
Desde niño, según dijo su hermana mayor Vilma Álvarez, a la revista Magazine, del diario La Prensa, “le gustaron las cosas de la Iglesia”. Recordó incluso que le gustaba jugar a ser religioso y oficiar misas.
Años después fue ordenado sacerdote y posteriormente obispo de la Diócesis de Matagalpa.
Cuando cumplió sus 16 años su familia le insistió en que debía salir del país porque ya contaba con la edad para ser reclutado en el Servicio Militar Obligatorio, de acuerdo a las leyes del entonces gobernante gobierno sandinista, en la década de 1980. Los reclutados estaban entonces encargados de “defender la revolución” de la guerra interna que libraba el país por aquellos años.
Aunque Álvarez se rehusaba a irse del país, tras dos o tres detenciones, decidió exiliarse en Guatemala, donde realizó sus estudios filosóficos.
Posteriormente estudió en la Pontificia Universidad Lateranense en Roma, donde consiguió el bachillerato en Teología. Finalmente, en la Pontificia Universidad Gregoriana se graduó de Licenciatura en Filosofía, de acuerdo al sitio web de la Conferencia Episcopal.
Su hermana Vilma Álvarez señaló a la revista Magazine que el prelado “nunca se involucró en la política, solo en la religión”.
El sacerdote Edwin Román —quien actualmente se encuentra exiliado en Estados Unidos— conoció a Álvarez cuando este se encontraba refugiado en Guatemala.
Román cuenta a la VOA que desde joven Álvarez tenía “capacidad de liderazgo” y “siempre era accesible, comprometido con su iglesia, sencillo, espontáneo y de buen humor”.
Luego -dijo Román- perdió la pista de Álvarez hasta que lo vio llegar a Nicaragua nuevamente cuando fue ordenado sacerdote.
El papa Benedicto XVI nombró a Álvarez como obispo de Matagalpa el 8 de marzo de 2011.
Desde su Diócesis, Álvarez estaba a cargo de la Dirección de Radio Católica de Nicaragua. También se desempeñaba como secretario de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
Álvarez denunció con vehemencia el cierre de un grupo de radios pertenecientes a la Iglesia Católica que él administraba.
“Nos han cerrado todas nuestras radios. Pero la Palabra de Dios, no la callarán», dijo Álvarez en su cuenta de Twitter, tras la decisión del ente regulador de las telecomunicaciones, Telcor.
Un obispo a caballo
El periodista especializado en temas religiosos, Emiliano Chamorro, que cubrió temas relacionados con la Iglesia Católica por más de diez años para el diario La Prensa, recuerda muy bien la labor de Álvarez.
A su mente llega, por ejemplo, el día que cubrió una visita del líder religioso a una comunidad montañosa en el norte del país.
“Cuando monseñor Rolando llegaba a las montañas, bajaban los campesinos a caballo, en vehículos, en panga [pequeña embarcación], para saludarlo, escuchar sus prédicas que eran bastante cristocéntricas y la palabra que él daba era una palabra de aliento, de esperanza. Es por ese carisma evangelizador que era muy bien recibido por los campesinos”, dijo Chamorro vía telefónica a la Voz de América.
Álvarez llevaba a las comunidades el mensaje religioso, pero también apoyo y palabras de aliento con un nivel de humildad que generaba empatía con los lugareños que salían a recibirlo, recuerda el periodista actualmente exiliado en EEUU.
Chamorro dice que Álvarez no tenía problema en montar a caballo para visitar las comunidades y evangelizar. Prueba de ello es que para 2017 el religioso ya había visitado un total de 490 comunidades rurales, de 530 que tiene la Diócesis que administraba.
“A veces caminaba en medio del lodo, de los ríos, comía junto a los campesinos y, como te digo, su llegada era como que estaban celebrando las fiestas de un santo patrón. Fue muy querido. Siempre, la gente, desde mucho antes de que llegaba, ya se organizaban para recibirlo. Él dormía en las montañas algunas veces”.
Rubinstein confirmó por correo que había estado en Matagalpa y que no vio policías en torno a la catedral el sábado en la tarde y el domingo.
Las demandas de los campesinos eran denunciadas por el prelado en las homilías y en los medios de comunicación. Así ocurrió durante las protestas contra el presidente Ortega por la intención de su gobierno de construir un Gran Canal en Nicaragua, que era visto como una amenaza y despojo de las tierras.
“Percibo del campesino del norte la falta de confianza de los diversos poderes del Estado (…) En general hay una lamentación, por una lado por muchas arbitrariedades y por otro lado de muchas ilegalidads”, dijo el obispo al periodista Emiliano Chamorro en 2017.
Álvarez también mostró una postura firme durante la crisis en 2018 que dejó más de 300 muertos. De hecho integró el equipo de la Conferencia Episcopal de Nicaragua que sirvió de testigo y mediador en el primer Diálogo Nacional entre Ortega y los manifestantes.
“El diálogo nacional tiene un solo fin: el cambio. El cambio es inevitable, no hay otro camino, no hay otra finalidad. El cambio viene y con él la democratización de la República de Nicaragua”, subrayó el obispo.
Ese mismo año se presentó a la antigua cárcel, en Managua, conocida como El Chipote, para preguntar sobre los campesinos del norte detenidos durante las protestas.
El periodista Emiliano Chamorro asegura que «la dictadura Ortega-Murillo va a exiliar a monseñor Rolando Álvarez porque es un pastor que les incomoda”.
Su aseveración llega en momentos en que la mayoría de las voces críticas al gobierno sandinista han sido acalladas con cárcel o exilio, por lo que algunos temen que el fin de la persecución contra Álvarez tenga alguno de estos objetivos.
«[Sería] un golpe muy duro para la fe y la moral de los católicos”, dice Chamorro, afirmando que se iría del país un pastor que ha estado ahí en todo momento con los nicaragüenses.
“Rosario Murillo y Daniel Ortega han hecho de Nicaragua un país prácticamente sin derechos humanos. Desapareció no solamente el derecho a expresarse libremente, a manifestarse; ya en Nicaragua nadie puede hacer política de oposición porque sos terrorista, pero la dictadura llegó a los extremos de criminalizar ahora la fe. Es increíble”, lamenta Chamorro.
Comments are closed.