Normalmente, consideramos las lágrimas como un fluido que sirve para mantener húmedo el ojo y transmitir sentimientos. Así, podemos llorar cuando hace mucho frío, cuando se nos mete algo en el ojo o cuando estamos muy tristes o muy alegres. También pueden faltar si padecemos el síndrome del ojo seco.
Estas son algunas de las circunstancias en las que las lágrimas nos dan información sin necesidad de analizarlas.
Sin embargo, cuando las examinamos con detalle utilizando todas las tecnologías que tenemos a nuestra disposición, como los análisis de proteínas (proteómica) o de las grasas que tienen disueltas (lipidómica), nos proporcionan importantísimos datos sobre el funcionamiento de nuestro organismo.
Incluso nos podrían ayudar a diagnosticar enfermedades de forma precoz.
¿Podremos detectar enfermedades a través de las lágrimas?
La respuesta es sí. Cada vez se identifican en ellas más biomarcadores predictivos, con capacidad de determinar la cantidad de esa molécula presente en el organismo.
En estos momentos, el análisis de la lágrima está en desarrollo para disponer de lo que se denomina point of care (diagnóstico inmediato), dispositivos que permiten analizar de forma sencilla y rápida alguno de esos marcadores.
Todos hemos visto el desarrollo rapidísimo de los test de covid. En realidad, ese tipo de tecnología ya estaba disponible; lo que se hizo durante la pandemia fue adaptarla al marcador específico de la cubierta del virus que se quería detectar.
En el caso de las lágrimas, probablemente sea necesario analizar más de un marcador simultáneamente y cuantificar su presencia para asegurarse de que nos hallamos ante verdaderos indicadores de una dolencia.
También habrá que tener mucho cuidado con la forma en que se recoge la lágrima y se traspasa al dispositivo de análisis.
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