
Desde que las primeras computadoras ocuparon habitaciones enteras hasta los teléfonos inteligentes que caben en un bolsillo, el corazón de toda máquina digital ha sido el mismo: una secuencia de ceros y unos, es decir, cada dato que ves en una pantalla —una foto, un video, una canción, incluso este texto— está hecho de millones de combinaciones de ceros (0) y unos (1). A eso se le llama código binario, y es como el idioma que entienden las máquinas.
Pero en los laboratorios más avanzados del mundo, algo está cambiando. Científicos están construyendo computadoras que no solo piensan diferente: piensan cuánticamente. La computación cuántica no se basa en bits, sino en qubits, y eso lo cambia todo.
¡Momento, momento, pero… ¿Qué es un qubit?!
Un bit clásico es como un interruptor: puede estar prendido (1) o apagado (0). Y aunque suene simple, este sistema binario es la base de toda la tecnología moderna, aunque eso sí, un bit por sí solo no dice mucho, pero cuando se agrupan pueden representar desde letras del alfabeto hasta imágenes o decisiones de una inteligencia artificial; sin embargo, esta forma de trabajar tiene un límite: las computadoras clásicas deben analizar cada posibilidad una por una, lo cual se vuelve lentísimo cuando enfrentan problemas con muchas combinaciones posibles, como simular una molécula o descifrar una contraseña extremadamente compleja.
Un qubit, en cambio, puede estar en los dos estados a la vez. Esto se debe a un principio de la física cuántica llamado superposición.
Imagina lanzar una moneda al aire. Mientras gira, no es cara ni cruz, es ambas cosas. Así funcionan los qubits mientras ‘calculan’: hasta que los observas, pueden estar en muchas combinaciones posibles al mismo tiempo, pero eso no es todo. Los qubits también pueden estar entrelazados. Es decir, conectados de una forma tan extraña que, aunque estén lejos uno del otro, lo que le pase a uno afecta al otro.
Además, los qubits no son como los bits normales, que puedes guardar en un disco duro y dejarlos ahí tranquilos. Los qubits están hechos con sistemas cuánticos muy, muy pequeños, como un solo átomo atrapado con láseres, un electrón en un campo magnético o un fotón (una partícula de luz) en una cavidad óptica y como son tan pequeños, las leyes que los rigen son distintas a las que usamos en nuestra vida diaria. A ese conjunto de reglas se le llama mecánica cuántica.
Máquinas que piensan diferente (y que necesitan mucho frío)
Es por esto que difícilmente una computadora cuántica no se parece a una laptop. De hecho, la mayoría son cajas enormes que solo pueden funcionar a temperaturas cercanas al cero absoluto: unos -273 °C. Esto se debe a que los qubits son extremadamente frágiles. Un pequeño ruido, un cambio de temperatura o una vibración puede arruinar todo el cálculo.
Por eso, los científicos buscan maneras de hacer que estas computadoras sean tolerantes a fallos. Ahí entra uno de los avances más importantes del momento: en julio de 2025, científicos de QuEra Computing, Harvard y el MIT lograron por primera vez un paso crucial: la destilación de estados mágicos.
¿Desti de qué? Esto fue lo que sucedió
Tener una computadora cuántica poderosa no basta: necesita estados cuánticos de altísima calidad para ejecutar ciertos cálculos. A esos se les llama estados mágicos, y obtenerlos sin errores era un reto sin resolver.
Lo que lograron los científicos fue tomar cinco versiones imperfectas y combinarlas como si fueran ingredientes en un laboratorio, hasta obtener una versión pura y confiable. A ese proceso se le llama destilación de estados mágicos, y es uno de los pasos más difíciles para que una computadora cuántica funcione sin fallos. Es como refinar combustible a partir de petróleo: sin eso, el motor cuántico no puede despegar.
¿Y para qué sirve todo esto?
Con computadoras cuánticas operativas, podríamos resolver problemas que hoy son imposibles para las máquinas clásicas:
- Diseñar medicamentos desde cero, simulando moléculas complejas.
- Predecir el clima modelar pandemias con mayor precisión.
- Optimizar rutas logísticas en segundos.
- Crear criptografía cuántica inquebrantable.
- Acelerar el aprendizaje de la inteligencia artificial.
En lugar de probar una por una todas las opciones posibles, una computadora cuántica puede explorar muchas posibilidades al mismo tiempo gracias a la superposición, lo que le permite llegar más rápido a la solución óptima.
Este proceso, que parecía solo teórico durante 20 años, permite “refinar” los recursos cuánticos y corregir errores, lo cual es indispensable para tener computadoras cuánticas útiles y confiables.
Aunque aún falta camino por recorrer, avances como este nos acercan a un futuro donde las computadoras cuánticas dejen de ser un experimento de laboratorio y empiecen a cambiar el mundo. Tal vez, cuando menos lo esperemos, su poder se vuelva parte de nuestra vida cotidiana, sin que siquiera lo notemos.
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